Hace unos meses, me planteé un proceso de auto-coaching ya que había abandonado por completo el hábito de hacer deporte y mi estado físico empezaba a verse seriamente resentido. Así, ante mi situación, me marqué la meta de correr una media marathon. En ese proceso analicé en qué situación me encontraba y los obstáculos que tenía y podría tener. Finalmente, definí que la carrera tenía que ser en un plazo de cinco meses y que sería el Medio Marathon de Bilbao, el 22 de octubre de 2011.
Durante este proceso me he ido encontrando con diferentes situaciones limitantes, u obstáculos, de cara a mi meta: he tenido mi primera hija con lo que ello supone en cuanto a disponibilidad, he tenido cenas y comidas, he tenido que salir a entrenar a las 22.00, he tenido momentos de pereza…pero ante estas situaciones encontraba un punto extra por el que querer entrenar y continuar con el proceso. Había definido la meta después de analizar mi realidad, de ser consciente de mi situación. Por algo era mi meta. Cuando flaqueaba y pensaba «hoy no entreno» recordaba una frase del libro Jugar con el corazón de Xesco Espar que dice » nos equivocamos al pensar que no pasa nada por un día. El éxito no es el producto de una gran acción esporádica» Incluso así, las últimas semanas completé de manera irregular los entrenamientos y, además, días antes nos comunicaban que la carrera se retrasaba a las 21.30. El día de la carrera, junto con el retraso de la prueba, se me presentaban las dudas respecto a los kilómetros entrenados, un fastidioso e inoportuno dolor de cuello a última hora, la pereza de correr en soledad…
A las 21.00 horas salí del hotel en compañía de mi mujer y mi hija, mientras iba analizando mis debilidades y fortalezas en forma de ejercicio tranquilizador… y finalmente allí estaba ante mi objetivo: 21 km por delante, sin tiempo ni marca que batir pero con mi contrincante interno intentando protagonizar esos momentos. La meta era terminar la carrera a gusto, disfrutando. A las 21.31 por mi reloj comenzó la carrera y los nervios iniciales se fueron disipando a pesar de un par de paradas por la aglomeración de corredores. Mi contrincante interno seguía en su rincón esperando su oportunidad para decirme que lo dejase, que eran muchos kilómetros, que mis piernas no habían entrenado lo suficiente, que no pasaba nada por no terminar la carrera… pero esta vez solamente bastó un ¡vamos Gorka! en el kilómetro 10 para mantenerle en silencio. Todo lo demás fue un fluir. A partir del kilómetro 15 incrementé el ritmo y terminé la carrera con una maravillosa sensación. ¡¡¡Meta conseguida!!!
En bastantes ocasiones hemos hablado en este blog de la acción , de la necesidad de actuar. Al fin y al cabo si no intentara lograr las metas que me he marcado, dificilmente podría acompañar y animar a mis coachees en el transito hacia el logro de las metas que se han marcado ellos. El otro día en un esclarecedor artículo en El País Semanal, Borja Vilaseca escribía«…más que eruditos, lo esencial es que aprendamos a ser sabios. Y la sabiduría podría definirse como la capacidad de obtener resultados de satisfacción de forma voluntaria, lo cual es una cuestión de compromiso y entrenamiento. Y es que sabe más acerca del perdón quien ha perdonado que quien ha leído libros y hecho cursos sobre aprender a perdonar»
El coach no tiene que ser un modelo ideal, o idealizado, para su coachee (cliente) no obstante sí debería ser un modelo de comportamiento y de coherencia. Si el coach no actúa ¿cómo podrá acompañar en el proceso a su cliente? Al final creer en el coaching o en un estilo de liderazgo basado en el líder coach, no es un uniforme, no es la ropa de trabajo de quita y pon, es una proceso de crecimiento y una manera de vivir.
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