“Me faltan las palabras. Soñaba con esto desde que era pequeño, cuando veía los Grandes Premios, pero esto va más allá de mis sueños. Quiero mandar un mensaje muy importante a los niños que están viendo esto: que nadie os diga que no podéis hacerlo, soñad lo imposible, trabajadlo y nunca dudéis de vosotros mismos “

Este fue el mensaje que Lewis Hamilton trasladó a los niños tras ganar el Gran Premio de Turquía y proclamarse campeón del mundo de Fórmula 1 por séptima vez, igualando los títulos del mito Michael Schumacher. Suelo pensar que este tipo de mensajes hay que tomarlos con cierta prudencia porque pueden generar expectativas difíciles de cumplir. Por ejemplo, yo soñaba con ser Campeón del Mundo de fútbol, tenía una gran pasión, pero mi talento y condiciones no me llevaron ni a acercarme  a ese sueño. Tal vez trabajando más y mejor, y poniendo el foco en ese objetivo podría haber llegado a algo más, pero nunca a ser un Campeón del Mundo. Detrás de cada sueño hay un contexto que hay que tener en cuenta ya que depende dónde hayas nacido, con que recursos y con que capacidades cuentes, habrás más posibilidades de alcanzar esos sueños. Sin embargo hay ocasiones en que algunas personas consiguen vencer esos contextos y, a pesar de los condicionantes, consiguen cumplir sus sueños, por eso creo que el mensaje de Hamilton tiene una especial importancia.

Lewis Hamilton (07/01/1985) se crió en Stevenage , a 50 km al norte de Londres, donde creció en un ambiente alejado del lujo y los excesos de glamour que rodea actualmente el mundo de la F1. Sus padres, Anthony (emigrante caribeño de Granada) y Carmen de nacionalidad británica, se separaron cuando Lewis tenía dos años. Lewis convivió primero con su madre  y luego con la familia que había creado su padre, una familia trabajadora formada por Anthony y su nueva mujer Linda, Lewis y el pequeño Nicolas, con parálisis cerebral. Hamilton ha crecido viendo cómo su hermano Nicolas luchaba contra su parálisis hasta llegar a ser piloto profesional de coches.

No fue hasta los ocho años cuando Lewis se puso a los mandos de un kart de quinta mano que costó los ingresos familiares de todo un mes. Su padre llegó a trabajar en tres empleos diferentes al mismo tiempo para poder apoyar el inicio de la carrera de Lewis. Esta misma semana Lewis, dando valor al camino que le ha llevado hasta la cima, decía: «Yo llevaba un coche de quinta mano con un motor de mierda cuando corría en karts. En mi primer campeonato, el chico que ganaba llevaba unos motores muy buenos que hacía el padre de Jenson Button. Recuerdo que mi padre tuvo que rehipotecar la casa para comprar uno de esos de 2.500 libras» Cuando Lewis tenía 13 años, la escudería McLaren llamó a su parte para decirle que le apoyaría en su carrera deportiva, lo que terminaba con las dificultades económicas, pero que a su vez ponía toda la presión de devolver la confianza sobre los hombros de un adolescente. Padres emigrantes, divorciados, de familia trabajadora sin grandes recursos económicos, con un hermano con parálisis cerebral… no parece el paradigma de contexto del que esperamos salga un 7 veces campeón del mundo de Fórmula 1. Sin embargo, Lewis consiguió superar todo su contexto para llegar a la cima.

Cuando hablamos de cumplir sueños, de no darnos por vencidos, de creer es nosotros mismos, hay que tener en cuenta los contextos de cada persona, porque no es verdad que nada es imposible y que podemos conseguir todo lo que nos propongamos; ese mensaje, es peligroso. Sin embargo es esperanzador, alentador, motivados e inspirador que sigan existiendo historias como las de Lewis Hamilton para que, como dice el aventurero Sebastián Álvaro, «seamos capaces de aspirar a ser mejores, quizás no los mejores, pero si mejores. Podamos quizá no alcanzar el límite, pero sí nuestro límite»

Que el mensaje que Lewis mandó a los niños, en la medida que nos inspire, también sea para nosotros, los niños grandes.