“The last dance” (El último baile) fue el titulo que el entrenador Phil Jackson puso a la temporada 1997-1998 en la que los Chicago Bulls de Michael Jordan y del propio Phil Jackson, hicieron su último road trip en la NBA, y es también el titulo del documental que estamos disfrutando ahora en Netflix. Un documental que trata muchos temas, pero que para mi, sobre todo, está siendo un tratado de liderazgo en contextos de alto rendimiento.

Los capítulos que se han emitido hasta ahora, y el capitulo 7 en particular, nos está revelando desde dentro cómo era el liderazgo de Michael Jordan, sin duda uno de los mejores deportistas de toda la historia. Ya se están levantado críticas porque la imagen de Jordan no es la del superhéroe esperado, lo que pasa es que las expectativas de la gente sobre los grandes deportistas no son un problema de los deportistas, sino de las expectativas de esas personas. El documental nos muestra un Jordan con un gran ego, agresivo, duro, ambicioso, con algunos de sus antiguos compañeros hablando de su agresividad verbal y física en los entrenamientos, llegando incluso a provocar alguna pelea, sus fijaciones con rivales para pasarles por encima, la presión a la que sometía al entorno…Además de todo esto, está poniendo encima de la mesa otro punto muy interesante que es el equilibrio entre Jordan y el liderazgo del entrenador Phil Jackson, dos liderazgos muy diferentes en un mismo proyecto.

Durante estos últimos años, las personas que seguimos los temas de liderazgo podemos ver cómo se está definiendo el “buen” liderazgo, o al “buen” líder, como una persona buena, que sabe escuchar, empática, que trata muy bien al equipo, servidora, que gestiona sus emociones, que empodera a sus compañeros, que es positivo, que es capaz de mostrar su vulnerabilidad.. pero ¿y si ese tipo de buen liderazgo puede servir solo en unos contextos y no en otros? Michael Jordan en un momento señala que su forma de comportarse era para preparar a sus compañeros de cara a los Play Off, el momento más intenso de la temporada, donde se iban a encontrar equipos extremadamente agresivos y duros físicamente, que les iban a llevar a situaciones límite para lo que necesitaba que estuvieran preparados:

Ganar tiene un precio y el liderazgo tiene un precio, así́ que presioné a la gente cuando no quería presión, desafié a la gente cuando no quería desafío. Me gané ese derecho…Una vez que te unes al equipo yo juego a cierto nivel y no iba a aceptar menos, y si era necesario zarandearte un poco para que lo hicieras, pues lo hacia. Pregúntales a mis compañeros, ¿Michael Jordan me pidió que hiciera algo que él no hubiera  hecho antes? Cuando la gente vea esto dirá que en realidad no era muy amable, que era un tirano, pero yo quería ganar, pero también quería que ellos ganarán» MJ

En 1961, Arnold Buss ,psicólogo de la Universidad de Pittsburgh, publico un libro sobre la agresión humana en el que concluyó que las personas tienen dos formas distintas de agresión: la primera es una forma hostil impulsada por la cólera o la frustración y motivada por la recompensa de ver a alguien perjudicado o castigado; la segunda es una forma instrumental que no viene motivada por un deseo de hacer daño, sino por la determinación de alcanzar un objetivo que merece la pena. ¿ Y si la agresión instrumental no fuera siempre algo negativo? Esta forma de liderazgo no es exclusiva del deporte ya que podemos extrapolarlo a empresas actualmente tan admiradas como Apple o Microsoft, que han tenido a Steve Jobs y a Bill Gates como lideres y quienes no dudaron en utilizar esta agresividad instrumental (texto adaptado del libro Capitanes de Sam Walker)

El objetivo de este post no es defender de manera simple el tipo de liderazgo agresivo, sino plantear que la definición de un buen liderazgo puede ser más compleja que una lista de competencias o habilidades, y que los contextos donde se va a desarrollar la actividad pueden condicionar el tipo de liderazgo a emplear. Puede parecer algo muy obvio, pero no es lo mismo ser el líder de una unidad de marines, el capitán del mejor equipo de la NBA o ser el gerente de una empresa de tornillos, y por lo tanto realizar una definición genérica de lo que es un buen líder nos puede llevar a error.  Cuanto más leo y estudio sobre liderazgo, más me inclino por la importancia de un liderazgo adaptativo en el que las competencias del liderazgo se adaptan al contexto. Tal vez la clave esté en encontrar las competencias que son invariables en todos los contextos.