Después de un periodo de tiempo en el que me ha sido complicado ir actualizando el blog, vengo con energías renovadas para reactivarlo y poder aportaros más cositas que espero os gusten. Aprovecho para dar las gracias a los que visitáis el blog y a los que me habéis trasladado vuestra positiva y cariñosa valoración sobre el mismo. Hoy comparto una reflexión de mi experiencia como coach.
Cuando leo algunos anuncios de servicios de coachs profesionales que garantizan que su cliente va a conseguir cualquier cosa que se proponga, me suelo preguntar como (se) gestionan si el coachee, por el motivo que sea, no termina consiguiendo la META que se ha propuesto. Y digo esto porque en ocasiones me da la sensación que se pierde la perspectiva de que, aun partiendo de la base que un proceso de Coaching necesita dos partes actoras, el coach y el coachee, la parte principal es el coachee (cliente) que en definitiva es quien actúa y quien debe responsabilizarse y comprometerse con su propio proceso.
Cuando leo algunos anuncios de servicios de coachs profesionales que garantizan que su cliente va a conseguir cualquier cosa que se proponga, me suelo preguntar como (se) gestionan si el coachee, por el motivo que sea, no termina consiguiendo la META que se ha propuesto. Y digo esto porque en ocasiones me da la sensación que se pierde la perspectiva de que, aun partiendo de la base que un proceso de Coaching necesita dos partes actoras, el coach y el coachee, la parte principal es el coachee (cliente) que en definitiva es quien actúa y quien debe responsabilizarse y comprometerse con su propio proceso.
Con esto que señalo en ningún momento quiero poner en duda la potente herramienta que es el Coaching y sus excelentes resultados pero sí lanzar una reflexión sobre lo que se está vendiendo, o se intenta vender en torno al coaching. El proceso de Coaching en sí mismo no es garantía de éxito, el proceso necesita diferentes ingredientes entre los que destacaría, especialmente, la actitud del coachee y el feeling entre el coach y el coachee.
Esta reflexión me viene porque en mi experiencia me he encontrado con que una de las áreas que menos se trabaja en las formaciones y que, al menos según mi experiencia, requiere de una atención especial es la gestión del coach ante la consecución o no de la META del coachee. La sensación de euforia, de victoria, que el coach puede tener cuando el coachee consigue su meta o, en sentido contrario, la responsabilidad, la sensación de fracaso que el coach puede tener cuando el coachee no consigue su meta, son situaciones fundamentales que el coach debe saber cómo gestionar para su bienestar personal y profesional. Y en mi opinión no es tan sencillo.
En el mundo del deporte por ejemplo, donde el éxito y el fracaso se sobre dimensiona con mucha facilidad, el propio coach se puede dejar arrastrar por estas circunstancias que le pueden llevar en los buenos momentos a sentirse más importancia de lo que en realidad es y en los malos momentos ser responsable de lo que no es.
En definitiva, no podemos perder de vista los actores que participan en el proceso y el rol de cada uno de ellos y, sobre todo, que para conseguir una meta hay que ACTUAR, remangarse la camisa, trabajar mucho y de manera constante y, esa parte, depende en gran medida de la implicación del coachee.
No vendamos lo que no somos y potenciemos lo que de verdad podemos ofrecer.
En definitiva, no podemos perder de vista los actores que participan en el proceso y el rol de cada uno de ellos y, sobre todo, que para conseguir una meta hay que ACTUAR, remangarse la camisa, trabajar mucho y de manera constante y, esa parte, depende en gran medida de la implicación del coachee.
No vendamos lo que no somos y potenciemos lo que de verdad podemos ofrecer.
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