La primera vez que escuche hablar de paradigmas, al menos que yo recuerde, fue en clase de Historia del Arte al hacer nuestra profesora referencia al «David» de Miguel Ángel, obra realizada para la catedral de Santa María del Fiore (Florencia), como paradigma de la escultura renacentista. Mucho más tarde, a finales del siglo XX, en la misma Florencia se comparó al denominado jugador más grande italiano, Roberto Baggio, paradigma de la elegancia que impregna la bellísima capital toscana.

Tuvieron que pasar unos cuantos años para que, de manos de otro profesor, volviera a oír hablar de los paradigmas, en esta ocasión como objetivo del ejercicio que mucho de vosotros/ as habréis realizado sobre la imagen de la mujer joven y la anciana y que a la izquierda podéis observar. En este ejercicio, en la que en una misma imagen se superponen la imagen de la mujer joven y de la anciana, una parte de la clase ve a la mujer joven y la otra parte a la anciana, lo que lleva a un debate en defensa de la imagen que se contempla y en contra de la otra postura, cuando las dos partes tienen razón.
Hace unos días en el grupo Entrenadores de Facebook recordaron otra historia de cambio de paradigmas: Dos acorazados asignados a la escuadra de entrenamiento, habían estado de maniobras en el mar, con tempestad, durante varios días. Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad era pobre; había niebla, y el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades. Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó: “Luz a estribor”.
-“¿Rumbo directo o se desvía hacia popa?”, gritó el capitán. El vigía respondió: rumbo directo. Lo que significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquel buque. El capitán llamó al encargado de emitir señales. “Envía este mensaje: Estamos a punto de colisionar; aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo.” Llegó otra señal de respuesta: “Aconsejamos que ustedes cambien 20 grados su rumbo”. El capitán dijo: “Contéstele: Soy capitán; cambie su rumbo 20 grados””. “Soy marinero de 2ª clase –nos respondieron–. Mejor cambie su rumbo 20 grados”. El capitán ya estaba hecho una furia, y espetó: “Conteste: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados”. La linterna del interlocutor envió su último mensaje: “Yo soy un faro”. Cambiamos nuestro rumbo.
Utilizamos los paradigmas como modelo de algo, como ejemplo de algo. Es el modo en el que vemos las cosas desde nuestra perspectiva, desde nuestra visión. De un modo muy preciso, Stephen Covey en su magnifico libro «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva» señalaba que un modo simple es considerar a los paradigmas como nuestros mapas. Estos poderosísimos paradigmas están construidos sobre firmes creencias influenciadas por nuestro entorno (familia, amigos, el entorno social y cultural, la religión, etc) y nos condicionan enormemente para actuar ya que consideramos que lo que vemos es realmente lo que es. Actuamos en base a lo que vemos, a pesar de estar limitados en nuestra visión de otras circunstancias pero ¿y si pudiéramos ver más allá de esos paradigmas construidos? En este nuevo año os propongo como reto reconsiderar nuestros paradigmas. Atrevámonos a cambiar nuestro mapas y descubrir otras maneras de vivir y entender a las personas o ¿tal vez tengamos que ponernos las gafas que le regalaron al amigo del siguiente vídeo ?