El Etihad Stadium, estadio del Manchester City, me queda, con ferry de por medio, a 1290 km. Nunca he visitado la ciudad. No conozco nada de su historia. Nunca me ha llamado la atención nada, ni siquiera cuando el Manchester United era dominador de la Premier League y de Europa. Sin embargo, el pasado miércoles 17 de abril celebraba el 5º gol del Manchester City en los cuartos de final de la Champions League, hasta mi mujer se asusto. Pensaba que me había dado un síncope. Un gol celebrado y después anulado. Éxtasis y decepción, pero hacia años que no celebraba un gol con esa intensidad. ¿Cuál es el motivo? Pep Guardiola y su fábrica de transformar ideas en realidad. Lo hizo en España con el Barcelona, en Alemania con el Bayern de Munich y lo está haciendo en Inglaterra con el Manchester City

Este fin de semana el Manchester City ha ganado en Inglaterra su 4º titulo en la misma temporada, algo que no lo había hecho ningún equipo en toda la historia. Los resultadistas ya tienen ahí su dosis, pero dicen que no es suficiente, que además los equipos de Guardiola deben ganar la Champions, si no es un fracaso. Es muy revelador, sorpréndete, y un tanto angustioso, que tras la eliminación de la Champions la palabra que más ha rodeado a Pep Guardiola es la de fracaso. Como decía Jorge Valdano en la columna que escribe en El País de esta semana “El dinero compra jugadores, no ideas. Con dinero cualquiera, me dirán. Y no es verdad. Porque el dinero se puede gastar de mil maneras distintas”

Es obvio que Guardiola gana, y gana mucho, pero más allá de los resultados gana y pierde con una creencia en lo que hace. Desde el principio dijo, que ganaría o perdería, pero sin renunciar a su estilo. En diciembre de 2018, cuando perdieron dos partidos seguidos, lo que parecía alejarles del Liverpool de manera definitiva, dijo “¿Cómo voy a cambiar de idea por dos derrotas? ¿Dónde quedan mis creencias? Eso no va a pasar por perder dos, tres o cuatro partidos». De las derrotas se aprende, pero perder no cambia la esencia.

En la sociedad en la que vivimos, ante el éxito tendemos a buscar los defectos del otro, nos encanta criticar lo que no nos gusta, a lo que sentimos rechazo. A Guardiola le salen detractores por sus ideas políticas, por sus contracciones ideológicas, por que no gana la Champions, porque no es humilde, por las respuestas que da a la prensa, porque se equivoca.. Y probablemente, en algunas de esas críticas tendrán parte de razón, pero, yo al menos, no conozco a nadie perfecto, y, como no voy a encontrar una forma mejor de definirlo, me remito nuevamente al articulo de Jorge Valdano “…me molesta que, por mirar al personaje desde el sitio equivocado, se elogie con moderación una trayectoria impresionante”

El liderazgo de Guardiola es pasional, soñador, motivante, cautivador, convicente, arriesgado, innovador, hasta romántico…y seguramente muy obsesivo (aunque dice que ahora se ha relajado) Para muestra un botón: tras vencer el sábado en la FA Cup, en la celebración siguió corrigiendo y enseñando de manera efusiva y pasional a Sterling. Todo eso se resuelve en su obra, en lo que hacen sus equipos, en lo que transmiten, y por eso este post no trata de ser un simple post sobre fútbol. Se trata de un post sobre como liderar manteniendo unas creencias. Me sale como un post de grito sobre el liderazgo pasional y coherente con las ideas que transmite Guardiola. Creo que en la vida se trata de ser feliz, de emocionarse, sentirse identificado con ideas, de ir creciendo, de disfrutar con lo que vas haciendo, …y a mí, ahí lo que hace Pep Guardiola, me gana.